Edgar Brau

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Edgar Brau

 

 

Lázaro

 

¿Por qué tocas mi muerte? ¿Por qué
incomodas así la metamorfosis de la
pesadumbre, a cuyos sapientes dedos
confiados son los nudos de todo sudario?
De la vida cercana y en ropajes de luz
oigo ya su canto, adverso a esta memoria,
todavía gris y como habitada por alas de mosca.
¿Por qué, sí, por qué tocas mi muerte?...
Si para algún renombre la impresión
necesitas ¡vuélvete hacia lo vivo!
Vuélvete hacia el innúmero rincón
e injerta tu ademán en las llagas del niño,
escándalo y desquicio siempre para
los laureles del Creador. Hacia el viejo
vuélvete, hacia el luto y la alarma de
su verano último, y sol dale y luz.
Anuda los arcos siempre abiertos del
continuado banquete injusto: que torcida
sea la vianda hacia las bocas donde
musita su fórmula la inocencia.
Fuerza con grito de salteador el taponado
oído del verdugo, y que lanzas desde allí sean
para su corazón los gritos del suplicio.
Vuélvete también hacia lo pequeño, hacia lo
oculto, y sé por ejemplo la llamada que aparte
de la hormiga el inminente paso transeúnte;
no menos que la de un césar, afloja el
hilván de la celeste urdimbre su hecatombe.
O escudo sé para el venado, en cuyo ojo
lágrima es el reflejo del dardo en vuelo.
Detén si quieres la borrasca para que alcance
con su trino la estación el pájaro. Tiñe, además,
y aroma con bocado de flor suculenta
la amarilla saliva del envidioso. Sé, por fin, color
para el trasluz de lo tibio, que tanta ceniza exuda;
para el lienzo donde habrá de inscribir
su bandera la humanidad, para la nívea pupila
de lo futuro, para la sombra con que nos
oferta su gloria el mal...
Porque industrioso es por cierto en lo vivo
el rastrillo de la muerte, no debe tu mano
llenar con polvo las hendijas de la credulidad.
Me presento, no obstante: movida está ya la piedra.
Pero sabe aún que no abolirá el desdén de
lo eterno tu instante de mago: pues no lo
que hace, sino lo que deja de hacer nos presenta
la proporción de un dios…

 

De Mares de Ahab
METZENGERSTEIN
Buenos Aires, 2000

 

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